Querido amigo...

Querido Carlos:

No sé muy bien por donde empezar. Todo esto me supera... Parece como si fuera un mal sueño, una pesadilla de la que quisiera despertar. Pero no, es la vida real, que a veces nos juega malas pasadas y nos despierta de un puñetazo devolviéndonos a la realidad.

Aún no me puedo creer que te hayas ído, y para siempre... Te has marchado y sin despedirte, y eso no se hace. Mientras escribo esto se me llenan los ojos de lágrimas pero he de ser fuerte y acabar esta carta que es para mí un pequeño homenaje a este amigo que tanto quise: tú.

Quizás alguien pueda pensar que tampoco hacía tanto tiempo que nos conocíamos, pero no sé porque, desde el primer día que nos conocimos, hubo química entre nosotros. Podríamos llamarlo amistad. Fue como si nos conociéramos de toda la vida. Es verdad que tampoco nos vimos muchas veces pero aún así te consideraba un buen amigo, y aunque la distancia también nos separaba, te sentía cerca y te tenía muy presente.

Por eso y por mucho más, te echaré muchísimo de menos... Tenía muchísima ilusión por viajar a Barcelona y pasear por sus calles contigo y que me enseñaras esa hermosa ciudad donde viviste, pero ya no. Desde ayer, Barcelona ya no será igual... porque faltas tú. Si vuelvo alguna vez me acordaré de tí y, si puedo, iré a visitarte y a despedirme de ti como te mereces, no importa donde estés.

Es una pena que yo no crea, pero si es verdad que existe algo más, espero que estés bien y que desde allí puedas leer esto o al menos, sentir que siento tu pérdida, que te echaré de menos y que fuiste alguien importante para mí.

Un abrazo enorme de tu pedorra (como solías llamarme). Te quiero Carlitos.